Desde hace aproximadamente seis meses Fundación Camino abrió sus puertas para recibir a pacientes oncológicos de entre 12 y 18 años junto a un acompañante y que no tienen los medios para una estadía en la Región Metropolitana mientras dura su tratamiento.
Son nueve los jóvenes de entre 12 y 18 años que actualmente se están hospedando en Casa Camino, la casa de acogida perteneciente a Fundación Camino y que hace seis meses logró abrir sus puertas para comenzar a operar y recibir pacientes oncológicos provenientes de todo Chile.
En plena pandemia, la fundación consiguió los permisos municipales en Providencia, donde se edifica la construcción, e inmediatamente empezó a recibir a jóvenes. Ignacio fue el primero de muchos que esperan acoger. También el primero de muchos “jóvenes con causa y con casa”, como se les ha denominado.
“Se les entrega gratuitamente alimentación, alojamiento, traslados y una serie de programas y actividades de acompañamiento integral: psicoterapéutico, arteterapia, coaching y musicoterapia, entre otros”, explica Francisco Chahin, director social de la fundación.
El también sicólogo añade que las instalaciones de Casa Camino invitan a sus usuarios a sentirse como en casa, contando con espacios especiales para recrearse, mantenerse conectados con sus estudios, preparar alimentos, realizar ejercicios de prehabilitación y rehabilitación de sus tratamientos, así como todo aquello que cualquier casa común y corriente puede tener.
“La dinámica dentro de Casa Camino se caracteriza por el espíritu comunitario que reina día a día”, asegura Chahin. Y es que, por un lado hay jóvenes y adolescentes que se topan con pares de distintos rincones del país que están atravesando por lo mismo, y por el otro hay un grupo de padres y madres que recorren juntos este tránsito. “Se comparten y celebran las alegrías y las buenas noticias, así como también se abrazan y acompañan entre ellos en aquellos días en que se presentan obstáculos”, cuenta.
Los usuarios de Casa Camino son derivados por el equipo sicosocial del centro de salud en el cual se lleva a cabo su tratamiento. Son ellos los que elaboran un diagnóstico en el cual se determina si la familia cuenta con los recursos y redes para solventar la estadía en la Región Metropolitana por el tiempo que dure el tratamiento. Luego, ese hospital o centro se contacta directamente con la fundación y los únicos criterios que pide esta última son que el paciente tenga entre 12 y 18 años al momento del ingreso y que presente un diagnóstico oncológico basal.
La casa de acogida tiene capacidad para tener al mismo tiempo a 14 jóvenes junto a sus acompañantes y debido a la pandemia hoy es necesario poner especial énfasis en la mantención, higiene y sanitización del lugar. “Es imprescindible contar con todos los artículos de aseo y elementos de protección personal de modo tal que nuestros jóvenes, quienes se encuentran inmunosuprimidos por su tratamiento, no se vean expuestos a infecciones como el Covid u otras”, dice el director social.
Cuenta también que resulta imprescindible tener los insumos necesarios para manipular y elaborar las diferentes comidas -altamente restrictivas y con muchísimas indicaciones específicas- para cada paciente. “Este ítem sin duda es uno de los más costosos, pues hacemos todos los esfuerzos para tener a disposición las cuatro comidas diarias que respondan a sus complejas necesidades”, señala.
Y como en toda casa, mes a mes también es necesario cubrir distintas necesidades y servicios básicos como electricidad, gas, agua, telefonía, internet o traslados, entre otros.
¿Cómo nace Casa Camino?
Hace diez años y a raíz de un agresivo cáncer, la Familia Monge Márquez vivió la dolorosa pérdida de su hija Verónica, quien por ese entonces tenía 25 años. Fue ahí cuando decidieron que el mejor legado para recordar a Verito era construir un espacio de acogida en el corazón de Providencia, al que llamaron Casa Camino.
“Nace a partir del esfuerzo realizado por una familia muy especial, solidaria y muy conectada con la realidad de muchas otras familias que viven la cruda realidad de que un hijo sea diagnosticado con cáncer y que, por el mismo motivo, se ven obligados a viajar muy lejos de sus hogares con la esperanza de encontrar el tratamiento exitoso que les pueda salvar la vida”, cuenta Chahin, quien recuerda que los Monge Márquez tuvieron que vivir lejos de casa, en Estados Unidos, durante el tratamiento de Verito.
Por eso, el llamado final es a colaborar con los esfuerzos que hoy en día se centran en conseguir socios que mes a mes puedan aportar “con su granito de arena, sea cual sea el monto”, según asevera Chahin. Y es que, añade, “todo suma para mantener la calidad del apoyo que queremos entregar día a día”. Prontamente, de hecho, estarán dando inicio a una nueva campaña de captación de socios.
También hay otras formas de ayudar: desde donaciones en dinero de una sola vez, donaciones de productos, insumos o alimentos o seguros automotrices, dentro de otras.